Por su sola presencia, el jinete perturba ese equilibrio natural del caballo. Su falta de fijeza, las acciones voluntarias o involuntarias de sus ayudas contribuyen todavía más a complicar la adopción de un equilibrio nuevo, artificial ahora. Incluso si lo acepta, el caballo opone al molesto extraño toda clase de resistencias, involuntarias y pasivas, nacidas del mal reparto de fuerzas o de pesos, como cuando pesa " sobre la mano", por ejemplo, ó activas cuando, por una razón u otra, se enerva y se apresta a la defensa.
En todo caso, una parte de su potencia muscular es movilizada por las resistencias. siempre perjudiciales a su flexibilidad y a su manejabilidad, cuando no a su impulsión.
La torpeza o la dureza de la mano dan lugar a la contracción de la mandíbula y la rigidez del cuello y de la cabeza, pero también puede tener consecuencias indirectas, cuyos efectos se hacen sentir hasta en los riñones, los corvejones y sus miembros. Imagínaros que lamentables consecuencias pueden resultar para su doma, su flexibilidad y su conservación física, y de la responsabilidad en la que incurre un jinete ignorante o torpe.
Por lo que habiendo empezado a asegurar su propio equilibrio, el ideal consiste para él en tratar de adquirir un equilibrio nuevo: " el del conjunto caballo-jinete".
La primera condición es que conozca los datos de los problemas que habrá de resolver para obtener un caballo, flexible, equilibrado y puesto. Se ha dicho que " domar a un caballo es ponerle en equilibrio bajo el peso de su jinete" y todos los problemas.cualquiera que sea la equitación practicada, cualquiera repetimos, se reducen al darle, en su punto dado y por medio de las ayudas, la falcilidad de disponer de su centro de gravedad en todos los "aires" y en todas las direcciones.
Los aires reunidos sobre las bases de la sustentación cortas de la equitación sabia, en la que la cabeza es recogida en los alrededores de la vertical y en donde la impulsión se expresa por la elevación y brillantez de los gestos, implican un equilibrio opuesto al de la carrera.
En equitación superior, el animal parece moverse con una entera libertad, cuando es, en realidad, como un instrumento dócil y bien afinado entre las manos écuyer, que procurará borrarse para relizarlo más.
Entonces es cuando se puede hablar de ligereza, cualidad a aplicable a los dos ejecutantes y que el binomio realiza con la más absoluta armonía.
Por el contrario, en los aires alargados, el caballo da a su cuello y a su cabeza extensión máxima: la velocidad y la impulsión lo proyectan hacia delante bajo el empuje de los propulsores resbalando bajo la masa. Se ve lanzado en persecución de su equilibrio y la mano del jinete le proporciona un apoyo elástico y potente a la vez.
La maestría es diferente en su expresión, pero sus leyes fundamentales son las mismas. El caballo esta "puesto" y "colocado"para las más opuestas disciplinas.
Si la "puesta en mano" debe completarse con la equitación superior, un jinete no podrá, incluso en equitación corriente, ejercer su dominio sobre el animal y sacar el mejor partido de él, si no está en condiciones de modificar su equilibrio según las necesidades de la causa y obtener facilmente el mínimo de ligereza.
Todas las contracciones de los músculos, todas las resistencias por ligeras que sean, conducen a la mandíbula; será pues, necesario, descontraer la mandíbula después de haber colocado la cabeza un poco delante de la vertical.
Poner en forma un caballo ( decía Faverot de Kerbrech) es colocarle la cabeza, hacerlo ligero a la mano, obediente a las piernas, fácil al girar y bien regulado en sus aires.
Estos principios nunca fueron formulados para la práctica de la equitación deportiva como en la actualidad. No obstante es sorprendente comprobar como siguen de actualidad y pueden aplicarse a ella, lo cual prueba que en materia de equitación y entrenamiento del caballo los principios fundamentales permanecen aunque las aplicaciones difieran