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domingo, 7 de febrero de 2016

¿ OYEN BIEN LOS CABALLOS?

A la pregunta de si oyen bien los caballos podemos afirmar que mejor que nosotros.
Tienen un oído muy sensible, capaz de percibir una gama de sonidos mayor que la que capta el nuestro, desde frecuencias muy bajas hasta muy altas, y más agudo en todos los niveles.

El ser humano adulto puede oir sonidos de hasta unos 20.000 ciclos por segundo, pero hacia los sesenta años de edad esta cifra desciende hasta 12.000. Los caballos, según estudios han podido determinar, oyen sonidos de hasta 25.000 ciclos y como en nuestro caso está cifra también desciende con la edad.
Su oído supera al nuestro en agudeza gracias al tamaño y a la asombrosa movilidad de sus orejas. Movidas por nada menos que 16 músculos, cada oreja puede girar unos 180º y localizar con toda precisión la procedencia de los sonidos emitidos a gran distancia. Quienes poseemos caballos hemos podido comprobar muy a menudo que éstos, ante un sonido que se aproxima, reaccionan mucho antes de que nosotros hayamos oído nada.
Los caballos demuestran tal sensibilidad para advertir la inminencia de fenómenos naturales como las tormentas, los vientos fuertes y los terremotos, y hay hasta quienes insisten que tienen un sexto sentido. Pero para estar seguro de esto, habría que estudiar muy a fondo las reacciones de un caballo completamente sordo.
Lo más probable es que, con estas reacciones, lo que los caballos hacen en realidad es responder a sonidos levísimos y demasiado lejanos aún para el oído humano. Hasta los terremotos pueden percibirse por el oído, ya que van precedidos de vibraciones geofísicas de baja frecuencia que pueden estar dentro de la gama auditiva del caballo. Para la gente que vive en zonas de gran actividad sísmica es frecuente observar que sus caballos se agitan y relinchan justo antes de que se produzca el terremoto: Una buena alarma sin duda para los seres humanos.
Con estos comentarios no se pretende negar que los caballos tengan un sexto sentido, sino simplemente sugerir más cautela antes de dar por sentado, si observamos que el caballo reacciona de una manera inexplicable, que ésta se debe a la intervención de dicho sentido.
De todos modos, si pudíeramos eliminar en un caballo todos los sentidos conocidos, la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato, es posible que descubriéramos que su especie, como muchas otras, está dotada para reaccionar ante los cambios de los campos magnéticos de la Tierra.
A muchos jinetes derribados por sus caballos durante un paseo vespertino les ha maravillado con que infalibilidad han encontrado el camino a casa, ya de noche y atravesando terreno desconocido. Tales casos pueden ser ejemplo de una capacidad auditiva- que el animal haya captado a distancia sonidos familiares- o de su aún más extraordinaria sensibilidad con respeto al "mapa magnético" del territorio en el que vive. Sea cual fuere el sentido que intervenga, lo cierto es que el caballo y su entorno se hallan en franca sintonía.
La sensibilidad del oído del caballo es tal que para éste puede resultar muy perturbador vivir en un entorno especialmente ruidoso. Quienes tienen caballos en las cercanías de aeropuertos y lugares de mucho tráfico comentan, y así se ha demostrado, que sus animales suelen estar más tensos y estresados. Lo que para nosotros puede resultar en una desagradable cacofonía, para ellos puede alcanzar la condición de estrépito insoportable.

Es verdad que pueden amortiguar el sonido aplanando las orejas, pero ni siquiera esto basta  y tales lugares deben evitarse siempre que sea posible.
A los caballos del Ejército y de la Policía hay que enseñarles a no reaccionar ante los gritos, los vítores y los sonidos de tambores y de las bandas de música en ceremonias y actos públicos, cosa que requiere de mucha práctica y paciencia. y aún cuando hayan aprendido a reprimir sus reacciones naturales, si se los observa detenidamente, en ocasiones se ve claramente que mueven las orejas y hacen gestos de incomodidad cuando llega el estrépito. Puede que no retrocedan o salgan de estampida, pero ello no les impide demostrar, por medio de su lenguaje corporal, que distan mucho de estar tranquilos cuando sus delicados oídos reciben tan dolorosa avalancha de estímulos.
Una ventaja especial de esta gran sensibilidad auditiva es que el jinete inteligente puede enseñar fácilmente a su caballo a obedecer órdenes sencillas sin tener que alzar la voz.
A cualquier caballo se le puede enseñar a reaccionar debidamente ante palabras, como quieto, chasquear la lengua, bueno, no,.....y sacarle partido a través de una voz contundente pero suave a la vez. Estudios científicos demuestran que el tono con el que nos dirigimos al caballo produce un estímulo mayor en su sistema auditivo si el tono es severo pero suave a la vez.

Hay gente que opina que no se debe hablar a los caballos, que las órdenes hay que darlas por medios físicos, riendas o piernas, pero con esta actitud se desaprovecha uno de los mejores atributos del caballo: su gran sentido de oído.